lunes, 15 de diciembre de 2014
Poema
La casa estaba dormida en el yeso. En un climax.
Sus pupilas se habìan desgastado en los equinoccios.
Yo vivì en ella por todos los perihelios posibles.
Por los indomables. Por aquellos que despuès
del rìo son trashumantes. Yo me encerrè en ellos
igual que el aceite en el agua y si ello era algo
que correspondìa a la naturaleza, pedì permiso
una y otra vez a los brujos, hasta que la nieve
tuviera proporciones y tenazas. Pero esa es
otra historia.
Yo fuì una herramienta. Un galpòn que robaba su
silueta a su propia sombra. Me enamorè del jardìn
mistico, al cual siempre le sobraba una palabra o
era un junco de hierro que el kilometraje expendìa
entre los terciopelos. Incluso pensè en terciopelo
sin profundidad ni ambar. Hasta hoy pienso en ello
como un espectro, el cual nunca recogerà su sombra
de la realidad y deja a las palabras que logro manejar
un cometa, una bengala, un universo
de sidra y empedrados.
Y cada cometa, cada bengala.
No tienen titulos.
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