sábado, 9 de agosto de 2014
Poema
Ofrece lo impensable mientras algùn brillo
se filtra como un jardìn perverso
entre la primavera.
Recuerdame una historia de sauces
entre los jaguares.
Hablame de la coraza igual a un reflejo de
paises sin trigo.
Escucha a la caligrafìa o funde el ritmo de
la religiòn en una ribera de aretes.
Mira còmo la brisa
se ciñe al mar con pedazos de boca.
Toma la flor. Ve en busca del anden
o la cordillera donde duerme
la escarcha. Cuelga una regiòn sinòptica entre
los carbones, busca el aliento que
se derrama en las raices
pensando que no hay otro mundo.
Asiste al vertigo.
Cita al vendaval.
Camina con el mar hacia otros templos.
Enumera los bosques de vidrio junto a una alameda.
Oye entre percusiones que muerden la geografìa
de dioses sin equilibrio
entre pleistocenos de azogue.
Toca con delicadeza la coreografìa del angel
entre las aspas y a la vez
señala el occidente de la sepia dimensionado
por un cartòn dorado
de muselina.
Ebrio de sol en las paredes, organiza enjambres
como aquellos en la subjetividad
de los diluvios
precisando sin reciprocidad el estrabismo
de la nieve,
la hora roja de la inteligencia,
el pacto del bolido con la intuiciòn sin
tocarse. Escarlata y fugaz como los templos.
Extraños en el izar del monasterio.
O los dedos raidos donde
brotan los amuletos.
Y donde muere
lo divino.
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