jueves, 2 de marzo de 2017
Las Puertas de las Helices
Era como una efigie de color azul. Dormìa en
las hojas de un invierno. Un invierno
sin talismanes. Ebrio de espuma. Un invierno
lleno de ramas.
Como una lampara que adiestra superficies de luz
en edades de sombras o el trueno que cae en el enigma
de un antilope dorado.
-¿acaso eta su su ùnico enigma -es màs- acaso era un
enigma?-
Igual a una urbe y un lenguaje en ella
prolongandose hasta el final de la madera, sobre
gelatinosas edades de plomo o quizà, tal vez
la extraña coherencia de
aquello que
solamente se presenta en el infinito de los màstiles
donde
las velas ondean.
-esa coherencia pertenece a la naturaleza del oceano-
Era como una estaciòn de puentes. Una regiòn
de matices purpuras entre los despliegues
de los dragones
y uno que otro movimiento escribiendo en el
principio de los cabellos
con un tallo.
Las partes de las helices que caen del agua.
El muro de limòn que desprendese de una estrella definida
por las profanaciones. El cefiro que roìa lo hialino
porque despuès de lo hiàlino la transparencia
encuentra sus relieves. Sus cartas de
vidrio.
Su lenguaje, porque todo lenguaje roza el ozono antes
de hablar de la atmosfera.
Y esos destellos entre sus silabas, aludiendo a
esa diminuta.
A esa pequeña lucidez en ella.
Donde el universo encuentra la verdad.
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