domingo, 26 de marzo de 2017

El Camino sin Nosotros





Camino por una mañana. El tallo deduce 
vilos de hilo en la melena de esa mañana.
Los objetos bajo la luz parecen amarillos.
Hay algo semejante al eter
en una de las tantas deficiones, pero
es imposible precisarlo. Es lògico, mi mente
es sòlo un hombre.

Veo la lucidez con sirgadores. Una demencia
reproducida por escoltas.

Aparte de ello busco el sol que apartaba los relojes.
Anhelo el mar con la idea colocada en su
sintomatologìa. Tal sintomatologìa es amarilla
porque desciende de liquidas proporciones.
De articulos y limones de leche.

La sangre entre las pistas trae a la memoria
un circulo. Un indicio fosforescente del mercurio
cuando se aboca en veranos como aquel 
compuesto de silabas, de abecedarios llenos 
de hiperboles y esgrimas. Abecedarios ebrios 
de ruinas donde duermen los obreros
con un alfil en la boca. Casi con
una hiema.

Hay puertos.
Uno sobretodo empuja las torres en el cuello 
de las aguilas.
Otro -lleno de navìos basicamente- vuelve a las
cosas con una idea ancestral del humo en sus
mentones.

Camino. La mañana es violenta como la caida
del verano en un arquetipo. Hay algo escondido en
los almanaques de las paredes que podrìa ser
un centauro.

Las ideologìas enhebran en sus uñas folios de
plusvalìa sujetados por un nudo.

El ocaso -ese de las nociones atroces- vuelve
a mostrar el origen de una realidad.

Las trayectorias de hacen verosìmiles.

Versatiles como una estaciòn que escapa al tiempo.

Y busca en el pasado todo aquello que como un
universo paralelo siguiò su camino sin nosotros.









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