lunes, 13 de marzo de 2017

La Razòn Amarilla






Parte de la razòn es amarilla, debe ser por el verano.
Yo vuelvo irracionalmente a algun punto de la orilla con
ella. Las olas rompen llenas de extrañas semiòticas.

Otra parte es de aceite. Creciò en las brùjulas y en un
ciclo de edades encerradas en los àrboles.

Parta de la razòn es amarilla pero en ello tienen que
ver mucho las cohortes. Una platea de hiedra. Una flor
hecha de cocodrilos.

Los barcos llevan murcielagos en sus ojos asi como
ancestrales asonadas de verbo en sus cucharas.

Los filos representan el himno donde un ser camina
alimentandose de bulbos. De vortices y precipicios que
escribìeron en una medula o la vida màs azul del
heliotropo.

Yo pienso en un electrodo.
En la existencia del magnesio muy cerca del botòn.
Yo veo a los pàjaros crecer en un vuelo lleno de mancuernas.
De pètalos y desesperadas antorchas.
De filtros.

Alguna hojarasca desciende de las amapolas.
La lechuza trota sobre un giro que no es impecable y en esas
cosas indòmitas propias de los hombres, brotan entre
sobrenaturales coherencias, sistemas.

Yo vuelvo a pènsar en un electrodo.
En la punta de la media con cabellos fijos de algodòn.
En el mundo devastandose entre lagos de tijeras.
En el pseudònimo y los anònimos movimientos de los legionarios
que aùn yerran en el eter.

Como forasteros.

Igual que exactos extranjeros de la tierra.




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