sábado, 18 de marzo de 2017
Las Palabra Entre las Mitologìas
No he hablado con mitologìa alguna esta mañana.
Basicamente me he dedicado a comer hojas.
Partì una estrella en cuatro pedazos creyendo que
ello podìa tener una relaciòn con el norte, el sur, el este
o el oeste. Por supuesto que eso no es asi.
Partì en cuatro pedazos una estrella y despuès reparè
en que sòlo era un fruto, despeinado y azul como
el matìz naranja de una mandarina. Profundamente
yo debo seguir enloqueciendo.
Una acustica promulgaba algo sobre los reflejos
en los travesaños. Un olor a cisne devoraba el silencio
que debìa ser la condiciòn para un poema o la
poesìa en general. Tampoco fue asi. Sòlo hubo reinos
inutiles de cascaras y papagayos. Luces
discriminadas por bengalas y una que
otra cuenta de melenas besando algùn oso.
Los neumàticos procedìan entre prologos donde
se envanecìa el verbo. Ese verbo fugaz y lleno de
maleficios y tenedores como las esquinas,
como las transgresiones y el deseo fugaz en
alguna memoria que afirma lo siguiente; aquì viviò
un molino. Un episodio de claveles y lazos.
Una disciplina de lianas que llegaron jamàs de
las selvas.
Relatos de piras que llevan espigas a los cartones.
Almanaques de polen en los dormitorios donde los
escarabajos eran preparados para morder la leña.
Adioses con pontifices de sal en un sequito de
abalorios donde la lluvia llegaba inundando los enigmas
de un satelites.
De una orbita que no pudo ser coloquial. Que
viviò entre monòlogos y monòlogos.
Sencillamente porque yo no encontraba las palabras.
Aquellas que pudieran dirigirme a sus
mitologìas.
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