Una noche como el agua
sombreada de plàsticos.
El lugubre templo donde los apocalipsis
cubren un dìa.
Treboles de intensidad en cuyos nombres
encorvinanse sobre sì, las praderas.
Y sumidos tornasoles
caen del arrobo como un hombre
desmedido y extraño en una sola huella.
En un brillo de pez
retorcido y silencioso
arredra
una nueva y aerea màquina
el cruze del girasol en una tumba.
Què originarà la existencia de ese cruze.
Poseidas màquinas
recorriendo marcialmente la arena
y los fractales.
El sur derrotado por mi corazòn.
Por un organo de hierba
oprimiendo una lira, un voceo de hiedras
una piedra semejante al roquedal
y los maquillajes del cieno.
Pero asi no termina un poema.
Asi nada màs resiste en los ojos del hombre
el destino escondido en sus iris.
Y no hay iris que sea descenlace
del hado.
Guillermo Isaac Paredes Mattos.
domingo, 14 de noviembre de 2010
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