Las ciudades nunca son orbitadas.
En ellas tradiciones y civilizaciones de agua
cavilan dentro de una escalera.
Los seres habitanlas con una percusiòn
de veneno en la lengua.
Alguna de èstas forma labios.
Y uno que otro labio inventa una pronunciaciòn.
Sus carbones son pergaminos de angeles.
Una traversa sobre las tropas amarillas
del otoño
cuando cruza el arte
y subitamente una vocal
anuncia el fuego entre las columnas.
El espìritu sòlo es un fervor que
al tropel de misticos itinerarios
desciende hasta el lego
de un alfabeto
en la miseria de la palabra.
Las ciudades escriben de alcohol
y granito.
De bàsculas y subterraneos lapices
inundando la piel
de guerrillas.
De un suave terrorismo como el viento
extallando en ese momento
que la realidad
y el sueño
logran conjugarse.
Y lo hacen ajenas, distantes de todos los
elementos.
Guillermo Isaac paredes mattos
jueves, 25 de noviembre de 2010
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