miércoles, 17 de noviembre de 2010

La intuiciòn invisible

Hoy la lluvia es un gènero de rocìo
avivada por el sol y las inmensidades de vidrio.

Hoy el veneno asciende al agua como un soplo
de escarcha renaciendo en un sustantivo
de gramàticos estros
renunciando al hombre.

En lo personal no sè que trae desde
lo profundo.



Pàlida la humana esquina, retumba en sus àrboles
como un ficus siniestro bordeando
un oceano de efigies
un planeta de ramplas, donde naipes
y pìramides organizan su agonìa
como un vestigio seco de ardientes lùpulos.

Indicios de museos y tumbas alguna vez.

Arquetipos entre demiurgos y sienes rondando los pòmulos
con trinos siniestros, como aquellos
alimentàndose de ìdolos
y heraldos,
acumula daguerrotipos en aurorales entrañas.

Esas fueron las nuestras.
Esas y no otras.

Guardalo espìritu en cada una de tus inteligencias
Sopla en ello con los vetigios que la magia
abandona en un candelabro cuando
todo se humedece
y los aeroplanos tropiezan
con los dirigibles en el hemisferio.

Yo fuì un hombre de poemas y razones.
De pensamientos e inspiraciones como el tacto de la cèlula
cuando es despojada de piel
y cèfiros,
de tornos e inmensidad.

Cualquiera que llegò a visitarme tenìa
una palabra en sus manos.

Una palabra cayendo de sus ojos.

Inconquistable.
Terriblemente inconquistable a
sus labios.

Fuì esa imprecisiòn asolada
por la escarcha y los pasajes que laberintos
o vagones abandonaban en los puertos
creyendo que se trataba de muelles.

Fuì la respiraciòn de un pobre arte.

El sujeto que llevaba escolios allì
donde sòlo debìa agitarse una pàgina.

Un pergamino de barro
tratado como piel por los dìas
abismado en los ocultos golpes
de carne.





Guillermo Isaac Paredes Mattos

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