Conozco la intención ardiente del soplo. La reconozco en esta mecánica que busca lo sideral como el reflejo una filosofía hasta anhelarse.
He mirado la ribera de una cúpula donde acordes de virgenes impregnan de coral los sueños del espanto.
Conozco estos funerales, más de lo que la palabra puede dibujar cuando duerme y deja a otra realidad la pronunciación, el dique para ser creada.
Ruidos de botellas caminan por el ácido trepanados por un monje, cabalisticas mentes secularizan el sol como lo haría el suspenso.
Equinos y faroles representan la playa donde los barcos beben de estanques pudriendose en el tiempo. Lo milenario a veces llena del más miserable talento las orillas. Allí donde atrapados los sedimentos, nos llaman con sonidos de granito, como fonéticas de plastilina.
Observé roquedales dentro de arboledas, desconcertado como un extravío, ófrecí mi sacrificio a un crepusculo de marionetas. Donde nacen los bordes.
Tierras de venus persiguen mi insomnio mientras tanto.
Bosques de llaves.
Sé muy poco del idilio, el amor está hecho de brea y el único lugar para él esta constituido de asfalto.
Sé de profanaciones en el interior de mi edipo. La tierra inconfesable y quieta del aparejo mordido por telas de arañas.
Sobre esas condiciones, sobre este hecho la palabra muere. Y ese agonizar es un estado que nuestro espíritu arranca de la carne.
Hasta mirar en otro verbo.
Guillermo isaac paredes mattos
sábado, 20 de noviembre de 2010
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