domingo, 14 de noviembre de 2010

El Desencanto de la Nieve

El Desencanto de la Nieve


Mi mundo está cerrado y a veces tiene cuatro paredes
rie de sus tres dimensiones y danza cuando el dolor
agazapado maniobra hasta convertirse en sigilo.
Mi mundo parece una orilla, cualquier mar del universo lo toca
mi puerta tiene la memoria de mil manos y de mil miradas
pero ellas no guardan de mi madera una forma, la silueta
incendiando vilos de imaginación, enfrebrecidas carceles
para ofrecer corales de pulsación a los sueños.
Esta cayendo siempre en un elixir y delata a la eternidad
cuando ésta emula al pájaro y en mis manos intenta posar su cuerpo.
Tuve ya su peso una mañana y con él caminé hasta la noche
no hay en esa crepitación aquella, que aflora entre simbolos
de lluvias, holocaústos donde el follaje confiesa
a todos los cardos, camino en sacrificios de hordas,
manchando de resplandores el polvo. Es una pincel de agua
es una herencia acuarela, vago recitar de helechos
el pino del azufre donde empieza el día, su festín de piel
su habitación de huesped trasnformado en ceniza,
el candelabro majestuoso de una escafandra, incendiando
el adoquín de un minuciosa babosa, arrastrando
su estirpe de savia en mi corteza.
Mi mundo no tiene sentido, no pierde el tiempo
en abstracciones, golpea con látigos de fuego el pensamiento,
rastrea conjunciones de piel, donde el aliento presume
su soledad de pretensiones y donde la pretensión es otra soledad.
Un coro que apaga su sombra en la lira del desasimiento.



Guillermo Isaac Paredes Mattos

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