Hoy los cascos ascienden, con pírrica dulzura
desde su desencanto. Hoy los retratos nos muerden.
La emoción circunda los fuselajes meridionales
que rondan mi encuentro. Son lanzadas las hojas.
Alguien entona en el labio centinelas y acucioso
el guardían abre una pradera para mis marionetas.
Borro mi desembarco funesto encima del ruido,
retraso mi llegada de conclusión a los muelles.
Inteligente como la inteligencia respiro el soplo
vagando por las nubes como una sirena borrosa.
Y vago su sigilo, vagas las armas de lo ardiente
cuando no hay melodías dispuestas a desertar con ella.
Plurales arcanos muestran la heroicidad del burro
en una ojera, soplando arpas y tambores.
Somos una estampa, procesiones de caidas y amamos
la nieve que entierra en su figura el invierno.
Lumenes atroces, dioses abominables nos tocan
con la sensibilidad de una garganta sin palabras.
Vocales de oido y desprecio dicen aún mi nombre
pero mi soledad es mas grande que esos titanes.
Y duermo como ayer, esperando mi despertar
en un velero y sus atalayas de bosques.
De miserable oficio de dinosaurio y primavera,
dada la mistica y creencia de sus pueblos.
Torsos de grillos encumbran la paciencia
que inherente a las sales rompen alcoholes.
Diccionarios pequeños son herramientas que acuñan
coros de bálsamico furor en los granitos.
Pequeño el oceano dice el agua. Mínimo
el hombre que oía del ser una leyenda.
Y asi entre mitos de ruinas alzo mi corazón.
Para ritualmente perderme entre mí mismo.
Guillermo Isaac paredes Mattos
miércoles, 3 de noviembre de 2010
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