lunes, 28 de noviembre de 2016

Plano Domèstico del Verbo





El plano es cultural. A veces demagògico.
Proviene de incendios y grandes amatistas.
En uno de esos amatistas un nucleo.
Un zoologico de papel.
La vida del torpor y los parpados.
El nombre de las humeros cuando eran pulsos
o lirios escatològicos y ciertas historias volvìan
a ser disecadas en el pubis.
-historias de azules dagas por ejemplo-
Conceptos y fardos que nada tenìan que ver con la 
eternidad, pero entretejìan pasos amarillos en el agua.
En los manantiales donde el universo se inunda
de gaviotas igual que todas las cosas que son tenues.
Y las palabras se arrastran a las arcas.
A los botes.
Debajo de los paraguas donde un estòmago es marròn.
Debajo de las carbones.
Del siseo que empieza a adjetivar un martillo.
De la corona en el pliegue llena de aniversarios y lupas.
El plano es domèstico en relaciòn a la hierba.
Un borde de margenes con castillos.
Posee sepias llenas de escamas.
Valles de trigo ensartados a un avistamiento de hienas.
Al horizonte de una linterna entre soplos de buzos.
De oxigenos màs allà del aire que contiene un instante
el cefiro. Sòlo un instante.
Y despuès se transforma en bandada.
En semidios de aceite. En desasimiento o idolo.
En contenido o labio de jabòn entrenado por el verbo
sobre diluvios ebrios de yuxtaposiciones.
El plano es un verbo. Una encìa de barro en el trapecio.
Un cuento de relàmpagos por la noche que 
desbordan las apariencias.
Un eslabòn y un bozal donde la existencia aplaza
el diario de un violìn o el soplo del alfabeto a base de
lluvias o cigarras.
Desprendiendo de sus craneos infinitas negras humaredas.










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