miércoles, 9 de noviembre de 2016
La Estrella de Lejìa
La piel ataja la brisa de una perspectiva
en los vagones de una emboscada.
El oceano crea reyes y suplicios como el
aceite en el panorama de un ardiente escrùpulo
llegando desde una corola marìtima.
Temporadas de hambres que sueñan una vereda
con proporciones de lirios mentados por una
azotea. Muros de carne que se precipitan en los
lagos.
Mortales pàjaros de vidrio escenifican una rueda
donde las latitudes se estrellan contra el
ùnico abecedario de la nervadura.
Reclutas de espuma en la ilusiòn; allì la marea
se diluye en la apariencia de una embajada
con ciclones tìpicos y amarillos.
Satèlites y hordas deambulando en el sino
de una membrana, donde el amor despertò con
una palabra crepùscular en una casa; fuera
de ella la realidad era grotezca.
Terrestres hilos donde la especulaciòn inhala
dragaminas de follaje, como si se tratara de un
universo lleno de legiones.
Terrestres sinos donde vagan los semidioses.
Serpìentes de vortices o estuarios donde un niño
golpea un seno con una estrella de lejìa.
Manadas de frìo desencandenando una orgìa
de yelmos infinitos en el lomo de una pantera.
Estelas que a partir del rìo y los vortices
arrojaron al pubis un movimientos iguales a
las venas o los escalofrìos de una hegemonìa.
Seres llenos de iguanas en sus hombros.
Celestes antimeridianos para que viaje al
acido algùn juguete.
Elipticas voces que hundieron la vida de los
planetarios en otros sistemas.
Entre la naturaleza del dìa con un resplandor
o una escencia.
Un instante antes de internarse entre emperdibles
y metafìsicas.
Donde sòlo el eco de una imagen puede tocar
lo sagrado.
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