sábado, 19 de noviembre de 2016

La Direcciòn de las Lamparas





Si cada uno se dirigiera a una lampara.
A un brillo donde los acertijos se estrechan.
A un camino desplegado para que el sol duerma
en una carta y relojes de coral se sacudan.
Si nos involucraramos por la noche entre aquello
que toma una cigarra de manera magnetica.
Y entre los tropos es izada una ciudad.
Una mitologìa que separa el lenguaje de la vida.
Una mitologìa donde la naturaleza coloca el devenir 
en la niebla para pronunciar el nombre de alguna ceremonia.
De alguna xilografìa. De alguna acupuntura en una
hebra del pelo llena de idolos y sacerdotes.
Y en cada redada la luz vuelve a ser mental como
una estaciòn de linternas. De articulaciones
y màquinas que profundizan en la ciencia del
helio al desprenderse de un racimo.
Si en esos racimo fueran representadas las
caminatas de los himnos. El archipielago y la
el sueño de una orbita que finalmente llega
a los iris, con ferias y latitudes de sodio.
Y en las frecuencias de las escaleras un rìo.
Un botòn que pisa las edades de un fruto
solidificado por extrañas tendencias y la astrologìa 
que elige un lunar por la noche, una tierra 
sin adjetivos, enumerando la historia de
una voliciòn, de la ansiedad en las murallas
de una elipse, nos dice violentamente
que las uvas inclinan las cupulas de los 
edificios, los jardines alados de los pliegues
entre misterioso veleros perdiendose en 
las fogatas de la sangre.

No sin antes haber covertido en lampos
y yescas las venas.










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