lunes, 14 de noviembre de 2016
Ejercicio de Anilina
Las ciudades pertenecen a una antorcha.
Al espìritu que lleva ejercicios de anilina.
A los resplandores donde la velocidad de la luz
horada por la tarde un cometa.
A un destello con narraciones de bengalas en
el horizonte.
-mientras tanto la atmosfera sigue siendo
contracultural segùn la genètica-
A la tierra donde los helices han dejado una
secuencia de zinc. Una proyeccion semejante
a la que limita con el carbòn por la tarde,
entre escalones y àmbitos dorados que
tambièn podrìan ser entrañas.
En los limones de una casta desprendiendose
de una tijera.
O las arengas de una orgìa que constituye
una hoja.
Mientras el universo desprende una estrella
sin constelaciones y la figura del mar
se hace ambar.
Las ciudades son como reencarnaciones.
Como los travesaños donde el amor irisa
sus opuestos en un roce. En las celulas que
despiertan muy temprano entre las
nervaduras con un prologo detallado de la
clorofila.
Y entre las regiones industriales un preludio.
Un calendario de vapor en las anatomìas.
Un ciclo de galeones conservando un eclipse.
Un festìn psicosomàtico donde empieza el
misterio.
Donde tambièn empiezan las corolas.
La certidumbre de un futuro en el pelo y la
experiencia de un trapecio.
Sumergido en el eter donde se arrastra
a lo indòmito una linterna.
Absolutamente llena de lianas y fragmentos.
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