martes, 18 de octubre de 2016
Puerto
Allà hay un puerto.
Sobre èl los dìas cruzan con el hambre
de una ciruela o el sur degollado por las legañas
de un buho.
Pensamientos como el agua cruzan el oceano; uno
de ellos se convierte en ola. Otro transforma el lenguaje
hasta llegar al sueño o la mirada de un eclipse
o un dado, arrojado por los tejidos
a una cadena de aire; asida a misteriosas gravedades
por la tarde, cuando cada uno de los troncos en los bosques
posa un anuncio diferente en sus
estalactitas.
-algo como lo transparente mueve ello-
Allà un puerto. Sobre èl los cilindros y mancias.
Despuès los cadaveres de oxigeno en las gotas, los
rìos y manantiales donde el sobrecogimiento abraza un
reminiscente hilo, ascendiendo a una maniobra
de acido, recopilando entre fervientes
lunares los enigmas en las puertas del hidrògeno.
Tramas celestes desde la ansiedad o el pelo.
Alboradas donde se suspende el caracter de una semilla
desplazandose entre la identidad con un
himno rosado.
En aquel puerto los brazaletes.
Las clepsidras de una tarde donde los buzos
encuentran piscinas en el mar
y la duraciòn del atajo
al desasimiento toca en la palabra un desgraciado
o hermoso manantial compuesto de extrañas linternas.
El puerto.
El puerto y en sus barcos el gorjeo de una bacilica.
En sus navìos el eco que conforma o preludia, que presagia
entre las escaleras, que determina que la inspiraciòn trata de
relaciones con la locura o la lucidez
cuando derrama su corazòn sobre una estela
de cuatro paredes
donde se apilan entre flautas millones de hormigas.
Allà.
Allà donde hay un puerto pero tambièn una legaña.
Un jiròn lleno de escudos impulsados por una corola.
Un patio donde los escritos se llenan de
alambradas antes de sostener el
misterio.
Y creer en èl como una sombra.
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