sábado, 27 de octubre de 2012

La Cabellera de Marte







A diferencia de mi costumbre en los
tropos.

De la semenjanza  entre marchas e histèrias
desatadas por las pulgas màs largas 
del oriente. Y al medirlas un punto razona
sin proporciones. Uno tan neutro como 
el deseo ante el cèfiro de 
mis silabas.

Y el tiempo - ese otro compromiso- vuelve a
ser el centro donde el làtigo
llega profundo a una conversiòn,
a un àrbol que se despide 
del cielo y cae a  la tierra
-desde luego hecho semilla-
vemos entonces el nacimiento,
la retirada del ciclope,
el vacilante trueno del temblor 
cuando la huella
deduce su sombra
una sombra ancestral,
llena de marcas o membranas
conocedora de cartilagos y viejas batallas
con los arcos.

Por ello no se puede ser duradero
Emperador de las montañas o la lealtad
de las brasas, a diferencia y semejanza
del lèxico
vivìmos cantidades de aceite
hormonas pariendo bucles en el agua
corrientes donde siliconas y 
ocasiones, dejan liquidos peregrinos 
junto a una rosaleda,
en ella los pergaminos que
recogieron su angustia,
allì donde los cascos y 
tejidos de una acuarela
grabaron la inscripciòn
de un mausoleo
en una dictadura de sueños
o una particula de 
extravismos.

Subyugadas por infinito alguno.
Rompiendo diques donde aùn
nos convencemos 
que el amor es aborigen
donde el amor es una selva
que rie: brisa del tiempo con los yelmos
donde es sinuoso la balada
de su cabellera original.



Guillermo Paredes Mattos


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