Vaticinios Hermèticos
Sudorosa la noche.
Creìmos que en ella nacìan los colores,
pero eran vocales.
Oraciones profesionales creadas por
la luz intercambiaban mutismos
dentro de su haz frenètico.
Era otro altamar para entenderme.
Y no tuve mas remedio que comprar
un diario, preguntar la hora
a un desconocido.
Pero hoy el cielo es un sacerdote
que sin ningùn derecho arranca las treguas,
las arrastra a este pedazo donde
la vida me creo de formol
y el destino hablaba de cabeza
provisto de niños y celos,
perpetuandose marinamente
en los iris, peyorantivamente
en mi alfabeto de 9 palabras,
sin afirmaciones que nos sean morgues,
sin ideas que no reflejen figuras,
màs tarde elevadas por el pensamiento.
Coloquial escarnio, sonido de codo
al plegar sus huesos, canto de humero
en los tripodes. En esta nocturnidad
de patio trance, aquì en este folio
de vortices, soplaba la perpetuidad
su peciolo
con mania de yelmo y racimo.
Por ello sudorosa, antigua en la velocidad,
provista de artefactos, letales veredictos
donde nos sentencian las penumbras.
Y siempre nos aguardan
las sombras.
Embriagadas por vaticinios hermèticos.
Guillermo Isaac Paredes Mattos.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
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