Yo debo reconocer la mano de los silencios vacìos.
Que la tierra jamàs duerme y la memoria es sòlo olvido.
Y recordar en las heridas del sol, las citas del misterio
con la supersticiòn. Yo debo entregar a la inspiraciòn
conciertos de halos junto al sueño.
Que al mirar el oceano, convencerme que el mismo
no es cosa de fàbricantes ni hechos de chimeneas.
Reconocer que la vida es descenciente del agua.
Y que los hombres nunca beberàn de ella.
La orilla del mar es el lugar donde se ahogan los profetas.
Donde el suicidio es una hoja celeste bendecida
por la desolaciòn y los patios son la exploraciòn
del cefiro perdido en la brisa.
Yo deberìa participar mucho màs que un aforismo
cuando describe la niebla. Participar en esa oscuridad
con la cual enciende un adjetivo que al acompañarle
pueda recitarle el universo como una sacudida.
Pero no.
Estoy aquì.
Escribiendo mas de una cosa. Y una sola nunca podrà
calmar mi vida.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
domingo, 26 de septiembre de 2010
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