Los sìmbolos no eligen crepùsculos.
Entre su ser y esa realidad
mi apocalipsis serìa màs claro que incrustar
una espina en tono profètico.
Y soy tan solo vàstago de espadas.
Un dìa de sol en movimiento.
Un priorato de ciudades
carnivoras.
Los Sìmbolos hablan de peces,
sublimizan opiniones como una tijera
corta la noche y esos pedazos
dirigen sus cenizas -ya cèlulas-
a una mesa de hombres,
a un capitulo de cera
donde la sospecha del anhelo
es despiadada, tanto escrùpulo,
ya tiniebla hundiendo mis sienes
en su despertar, en esa iniciaciòn
resumiendo las visceras de
esa raciòn horizontal
y su razòn donde lìricas podredumbes
hoy acarician el mar
como a una constelaciòn subterranea.
Y su percusiòn de terciopelo
que sòlo un hombre puede amar.
sábado, 18 de septiembre de 2010
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