lunes, 13 de septiembre de 2010

Los Relojes Vacilantes

He crecido como el agua.
Observo mi cuerpo en la resaca y con
ello encontrar mi vida en la marea.
De mi corazòn al mar no existe distancia.
Sòlo hay existencia.

Y seguirè creciendo como una enfermedad
que acaba con su mitologìa. Cediendo
como un mercenario mas grande
con aludes de esquizofrenia.

Templario y raido en una noche.

He vivido escribiendo en las cales.

Todas conocen un poco de mi psicologìa,
incluso que el interior de un verbo.

Fuì ese loco que asi sellò un universo
en todas sus veredas.

Eso -no lo sabìa- fue el precio por tocar
el granito.

Y no hay poema que no llame demente.
Un poema trayendo voces irracionales
entre la fantasia, donde la razòn
oraba espeluznante con un placer de oro.

Amè lìquido, las cosas, los objetos.
Me preguntè por el ser de la realidad.
Por el devenir de la lluvia.
Por lo semejante y los organismos
de alga en el pecho.

Y preguntar es vivir en vano.
Hallarse vestido de colores, asumiendo
que los animales tengan pigmentos
y mutaran al ritmo de otra estampida.

Que como èsta y seguramente como èste
amanecer aguardan.

El oscuro canto de la carne entre
relojes vacilantes.




Guillermo Isaac Paredes Mattos.

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