Conozco la palidez del verbo.
Lo atroz sobrepasando su esfera.
Puedo hablar de su exilio y enigma.
De algo temerario en èl, como una idea.
Algo donde existimos jamàs, pues
eramos un nunca. Temerario, desertico.
Sè de astros nocturnos, menos de
aquellos desconocidos.
De mi pobre diàlogo, resuelto sòlo
ante los cèfiros.
Que hablè.
Y a veces sentì el desàmparo.
Igual que la derrota en las puertas de
la miseria, pero jamàs en las del vèrtigo.
Este fue uno de mis puentes.
Miro sin excelencia lo que escalè
al hallarme hipocondriaco dentro de una reflexiòn
frente a un mundo donde el pensamiento es agotado
sin principios.
Y violaceo como una ceniza, evoquè
un sol boreal, un amor debajo de las pendientes
y sus presentimientos
cuando los anticuarios de las raices
atraviesan un rastro.
Y la tregua de las constelaciones
avanzan tanto en el silencio como en
nuestro espìritu,
a favor de un segundo
sedientas de tan solo un instante.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
lunes, 13 de septiembre de 2010
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