El Antro del Gemelo
El universo como un punto de siameses
y cristales.
Como un albañil de velos descabellados.
O un asta donde se borran los puertos.
A estas cosas, un hastìo de luz fuerza el brillo
del contraste, el torno del confronte.
Un arma es recogida en los acidos
de las sienes.
Dos capìtulos de un soplete interior,
fatal e ìdolo de monumentos
que viven un segundo, asisten a la bruma.
Allì el granito es genuino como un carbòn
de arcanas rotaciones.
Y el carbòn replica en ellas, un tiempo de gondolas
lo milenario tan secreto entre la vida,
la arboleda del agora.
Dimensiones que acogo con mi nuca.
Lechos que jamàs me aguardan.
Anhelantes escarlatas donde el ave
divide su exilio para rasgar el cielo
y no llegar a ellas.
Ese es mi pronombre de jinete en una duna.
Mi erotismo de quien no camina.
Y en ese paso, sepulturas del clima
la vertebra desprendiendo su significado
la fonètica de esa luz hacia un ángulo distraìdo
donde la eternidad
es una cupula de hambre y asesinos.
Un jinete - como ya dije- donde incluso
la vastedad del relàmpago
induce el drama para deducir en que
ortopedicos gritos
la entrada al infinito era mi sueño.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
lunes, 9 de agosto de 2010
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