miércoles, 28 de diciembre de 2016

Las Nubes de Apòstoles





Como si fuera un collar que se dobla en  el agua
o los contenidos increibles en el sudor de la carne
encendieran el primer grito del gorjeo. 

En las astillas de ese sudor en la carne transformado
en molino o fotosintesis.

Como si las crestas repitieran los colores de la
identidad en las humaredas, destruidas por misteriosas
espirales de axilas.

O el viento o la capacidad de los nudos para amarrar
un hilo o la profanaciòn de una piràmide, el cuento
de trigo o una nebulosa en la que
se desnudan performances de cachorros. Purpuras
y dorados igual a una tragedia. En esa tragedia
donde volumenes y edades de sueños
caminan sobre una marejada.

En la ortografìa de las acupunturas màs allà de 
una noche dormida en los cabellos. Una noche colocada
allì por un poema que se detiene entre colores
amarillos, igual que los lampos.

Como si la espuma alcanzara la revelaciòn de aquello
cifrado en los picos de las aves. Una tronera digamos.
Un sol de caucho y una estaciòn sin rieles, dotada
de plexos y guiones citados por un nucleo.

Y en esa melodìa de uvas junto al juicio.
Decorada por estacas donde las sienes se incendian.
Allì los eslabones posan un mito de manera ideal
para no alcanzar a los zoològicos.

Igual que una luz en los paises del caucho
cuando el pavimento luce demacrado semejante a la
palabra que camina en las bocas de los 
hombres.

Entre nubes de apostoles y guardianes de citaras.
Entre manadas de ojos que descienden de
las ciudades.

Arrastrando nada màs que cometas de cenizas en
sus miradas.












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