martes, 20 de diciembre de 2016

Con Cada Hebra






Con cada hebra.
Con cada astromelia incrustada en el jabòn donde 
los ecos llegan trayendo las metamorfosis de los pianos. 
En el ambiente plagado 
de microfonos y el espacio donde los
los pàjaros se convierten
en una mandibula, en el espìritu del caos 
en aquellos satelites que se dirigen a las escolleras.

En esos satelites que evidencian las primaveras
de una quiromancia dormida en el infinito.
En su despertar.

Sì. En cada plastilina.
En la ambiguedad de una silaba muy cerca
de la llamarada.
En el vaticinio marchitandose para dar paso a otro
en un bosque y el devenir de las gotas en 
una pradera donde acontecieron gènesis y apocalipsis
tocados por los yelmos, por los veleros en los cuales
se humedecen antepasados de diluvios; objetos
como el polen en la tarde.

En lo que es cultural por los alrededores de un
màstil con muros de antorchas.

En aquello que respira en la sed como un heliotropo
y las esquinas de la carne donde el reloj devora un ladrido
y los volcanes tiñen de piel su lava.

Con cada tallo. En cada paso.
No sè porquè en cada nervadura donde una
hipòtesis busca el deterioro de un peine, de una catapulta
en un punto de las olas, donde se apilan gitanos y
obeliscos. 

En los trapecios que inundan las calles de martillos.
En el oleaje completo de la voz en una puerta.
En la marea donde el agua vuelve a la sal impulsada
por luces de prolipopileno.

Durante lo verosimil en las espinas del aire.
En las estrellas encerradas en los galeones con una 
pergola de aluminio llena de incognitas.

Con cada hebra que no es alcanzada por la gravedad
y es tomada por una ràfaga.

Hasta alcanzar nada màs con el sueño de
un celeste descenlace.






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