sábado, 3 de diciembre de 2016

El Roce del Cartilago






Recuerdo el aire como una sociedad transparente.
La imagen de un astro durmiendo en una estela de la orilla.
La marea con dijes y performances de espumas
alcanzadas por los satelites.

Recuerdo el esbozo de un manantial formado por
un paraguas. El silencio de un dìa astral entre las torres
donde toda sabidurìa encrespaba o tejìa martillos.

Vuelvo a una de esas figuras para evocar todo aquello
que en ellas fue guardado por la memoria. Un tren rojo
iridiscente en los frascos. Una fogata cuyo azul era
la franja de un espectaculo vacìo. El caos propalando
historias de arroz en los pàjaros del aceite. Un puerto 
seguramente con significados de polen.

Recuerdo el eter. Su manera tan extraña de digerir 
las cosas. Su misterioso aliento discrepando con una gota
o la figura que daban los circulos a los diàlogos.

Veo ese diàlogo en una madeja. Tambièn la cavidad
del circulo en una hoja. En un àrbol. En el secreto con 
el cual es atravesado un heliotropo que acaece o
se desvanece entre eslabones. 

Giro hacia esos eslabones con una uña de miel
en el vientre de una araña. Giro inutilmente para 
recoger una legaña.

Recuerdo el aire como una sociedad; no sè ya si
transparente. El olivo en una aurora de màstiles en
la que se transformaba en fosil un juguete.
Una marioneta llevada por la luz hacia el helio
conquistado por el vidrio; allì un pergamino parecìa 
recoger un trapecio. Un prado a lo lejos de muselina.

Una mancha de sauce donde llegan a la barbarie
los botones.

Recuerdo el aire. El estallido de esta primavera
llevando sus asonadas de relieves en un casco.

En una pared de cascaras donde llegan a una
estructura de paises regiònes de apariencias.

Allì tù rozas un cartilago.

Y yo lo bebo.









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