lunes, 5 de diciembre de 2016
El Estallido de la Araña
Escribirìa en un lenguaje que llevara temporadas
sagradas donde la luz es un recipiente, una habitaciòn
con pliegues morados de espuma.
Desplegarìa allì un fuselaje de contenidos magneticos
como los higos que caen al mar arrastrando una
cebolla.
Pensarìa en los limones. En los tallos que reclaman
muy cerca de los oidos una interrogante hecha
de nieve en sus uñas.
Acaso intentarìa comprender que el verbo es
una huella que junta la arena de las playas hasta
convertirlas en un solido; una extensiòn de piel
por ejemplo.
Caminarìa entre el brillo con la necesidad de un
labrador o una idea que arroja hemisferios a una
lampara.
Me alimentarìa del barro. Comprenderìa la
nausea de los unicornios.
Escribirìa sabiendo perfectamente que las palabras
podrìan transportarse a un peciolo. A las orgìas donde
emana lo crepùscular una nave.
Incluso disecandose como ancestrales cometas
que tejen un equilibrio en el infinito, lograrìan tocar
el instante en que son cerradas las arcas.
Escribirìa en los baules.
De los hombros completados por una ubre
o el silogismo que abre el sueño de los espacios
violetas; emanando de los cefiros igual
que enigmaticas llamaradas de ira.
Intentarìa descubrir què clase de silencio es el
que llena la realidad cuando todo se cubre de sonidos.
De epicentros o ramas.
De iguanas que regresan a la marea con un crater
de pus en alguna de sus heridas.
Mientras una supernova en el infinito descubre
una particula.
Entre estallidos de arañas.
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