lunes, 21 de octubre de 2019
Poestética
Claro. Ella es un pubis pero no necesariamente.
Tampoco necesariamente se determina así la naturaleza de nada.
La vida nos vuelve a reconocer en un halo.
En el lampo donde los dinosaurios son procolábicos.
Llevan comunidades extrañas y aposentos recíprocos
en sus mandíbulas.
Recipientes de cromo aislándose en sus sienes.
Fueron hervíboros un día.
Y por supuesto se encuentran los cimientos.
La estética de un día cultural sobretodo. Térmico. Dormido
en el destello de un fluorescente en la mañana.
Cuando los caminos de los hombre se separan.
Cuando de núcleos y tempestades volvemos a la barbarie
del pan y los acertijos en todo rostro de los hombres.
En toda palabra.
También las constelaciones.
Extasiadas por un evento de alcohol.
Por una estela submarina que en el encantamiento
contempla el destino de los simulacros y las
cosas que aprendemos a escribir
-muy torpemente-
cuando nos queda nada.
Oh miramiento que te tardas en decir.
Oh corola con tirabuzones en las catalinas de las bicicletas
que parecen reflejos y toman la continuidad.
Toman el devenir si es una leyenda donde el amor
confina sus abalorios.
Y un naipe mágicamente se seca.
Aguardando la humedad del otoño.
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