miércoles, 9 de octubre de 2019

Encuentro con una Galleta de Sal




Aquí se halla el mar.
Mi yo aparece en esta mañana contrito frente a él.
Mi yo meridional. 
Procolábico.
Mediterraneo como el
objeto que hoy derrama su esfericidad.
Eso es lo único concreto.
Lo es al menos para mí.

No sé qué habrá en esta mañana relacionado
a lo concreto fuera de mí.
No he hablado con otro ser en esta ciudad.
No asistí a ceremonia alguna.
Toda ceremonia semeja una saliva circular.
Alguien con el que te encuentras a diario.
Un sudor señores mas que relativo.
Que se alimenta de una sola lechuza.
Creo que así empieza el diluvio.

Aquí.
En este no-lirismo.
En esta fuerza que construyó las edades
de las mitologías.
En las chimeneas aladas de un cinismo
o el juramento de un preludio
en el pico de una raíz.
En ese espacio con límites de cachorros
que muerden cipreses
de porcelana.

Aquí se halla el mar.
Es mayor o en menor medida espíritual.
Religioso como una tostada de carbón.
O el ritual de un espectro
que agoniza.
Que miente o dice la verdad con exactitud.
Con un mágico desprecio ante ello.
Uno que se alimenta de naipes
por la tarde y atraviesa el polen luego
de habitar un sufijo.
Una escala.
Un procedimiento de barro que pronostica
el rigor de un violín en el trigo.
O una manada de eslabones
que silban.

El mar.
Ese compuesto siempre liquido.
Semi-sólido a veces.
Desde allí todo es un absoluto enigma.
Desde allí las hordas del misterio
llaman a nuestro pensamiento para lograr ser
descifradas mas que a nuestra vida.
Si se quiere la vida es un diminuto ámbito
estético. Hasta casi un rigor
o un núcleo.

Un núcleo visceralmente peciolo.

Un nada más encuentro con una galleta de sal
en el crepúsculo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario