viernes, 4 de octubre de 2019

Noche Eterna de Cirios y Rumiantes




Este decantamiento sin flores de agua.
Esta ilusión sin análisis científicos.
Mi elixir onomatopéyico.
Mi casi torpor sin gimnasias personales en el barro.
El barro poniente. Semicrepuscular cuando
se trata de heridas. Indice de una que otra atalaya.
Afilado en el roce. Sospechoso
en todas sus palabras.
Conduciendo significados miméticos.
Pose -que más da- de inútil
animalito.

Con maromas y arciprestes inundando el polen.
Incierto e inverosímil como una proyección
o una llegada a las órbitas que fueren.
No tan performance ni cachorro.
No tan elemento.

Esa inercia que manifiestan los sólidos desde
su estética sobrenatural.
Esa poética de acrílico en la mandíbula de una hiena
al morder el aire.

Tu descripción. Mi descripción de la sal en el verano.
Allende un leprosario. La impresión subliminal
de una colonia. El hecho contrito.
El que espejea.
Aquel que pergamina.
Este decantamiento tan a la ligera.
Sin margenes ni leyes de hormigueros en las
bóvedas de sus ruinas.

Aquellas ruinas que horadan en la realidad pero 
no como lo hace el pensamiento.

Bajo la noche eterna de cirios y rumiantes.




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