La cabellera ciega de una noche.
Las auroras del sentimiento.
Sus hojas y los sìmbolos en una corona.
El nombre abierto.
Nuestra palabra
desierta.
Los muelles del verano y sus
vacilantes culturas.
El òvulo de esa geografìa donde la
patologìa del nombre recorre
làpidas virgenes como un soplo
de hades, como un mètodo de afrodita.
Semejante a los marcos
a dìas verdaderos
como una espada en un ojo
cerràndolo para siempre, pero dejando
esa experanza al otro
de entregarlo a la mitad de una mirada.
En oleos sin argumentos
y ese aliento de puñal
extranjero.
Desapareciendo en las superficies
de una mano,
igual como un pupis desaparece
en un sacrificio
y todo acontece en un nombre.
Para que podamos tener la visiòn
de su patlogìa.
Guillermo Isaac Paredes Mattos.
lunes, 17 de octubre de 2011
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