Los animales cubren la noche con
un verbo.
Un verbo que abre sus venas tanto como
sus entrañas
bajo una aurora de ìdolos.
Una visiòn de ìdolos entre la
sangre vibra en ellos. El pulso sigue perteneciendo
a la divinidad.
A esa belleza de sangre involucrando un tiempo
donde lo milenario despierta la desesperaciòn
como si tratàrase del veneno.
De una historia ancestral
cubriendo de laberintos
lo que resta de la magia
de esa prosa con ensenadas de maldiciòn
porque la experiencia de su sangre
es otra caida.
Pero hoy los animales citan purificaciones.
Un mito de vortices
citando sus espinas.
Riendas de un corazòn abierto por los cielos
de la noche anhelando su inocencia.
Sacerdotes y piedras de bailarines,
monarquìas de altares donde el agua
se confunde con un rojo ebrio de predicciones
y zafiros...Sobre esos montoneros sublevase
el final de un nictàlope con rostro de museo.
Y el horizonte planea, borra, desaparece
aquello que el universo no puede representar
entre las venas.
Un dios olvidado. Ancestral, hoy desconocido
por los verbos de mi sangre.
Guillermo Isaac paredes mattos
jueves, 6 de octubre de 2011
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