Hay viajes que son la angustia de un mar en las paredes.
De esa ola que no pudo recoger de las cenizas un pájaro.
De esa muerte que nos saluda como un aurora
que necesita el espíritu para desangrarse.
Yo recuerdo que la desesperación era una reliquia
donde llegó la vida tantas veces
para buscar el nombre que podría formarla.
Yo recuerdo el verbo, porque hay viajes donde
no puede guiarnos
y la soledad es como una mitología de nieve
una forma de concebir la distancia antes que muera
en el horizonte
ese lugar donde sólo es inmortal
la visión regresando a sí misma
después de haberlo dado todo.
Hay viajes que duran un pétalo
una noche donde un cruxifijo enciende su parpado
en los rios de las manos
y uno tiene que representar ese papel
para el cual no fuimos preparados
y vamos por hemisferios y constelaciones
por mundos que aún aprenden entre sus respiros
por dimensiones que nunca fueron formadas.
Hay ese secreto que siempre esconderá sus ojos
para que sólo podamos soñarlo.
Lo dice el agua cuando ilumina entre la transparencia
un fondo de peces amarillos
de residencias como el hado
de altares como el sueño.
Contempla este es el mío
está lejos de la realidad porque sólo allí
vibra el universo
persigue naves celestes
porque si miras hacia lo alto
un hecho cae sin adjetivos por el cielo.
Esta es mi ciencia
una pedagogía de raices celestes es su alimento
y entre naturalezas de arena
crece como una piedra
como una civilización donde el corazón
clava en el espíritu
la espina de su holocausto
y uno sabe que en un purgatorio
el alma corta el universo de su metafísca.
Esta es mi ciencia
controlo caballos,
disparo piedras.
Mi vida sigue siendo una ruleta
jugada por mi espíritu a seis balas.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
martes, 25 de octubre de 2011
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