Miro una constelaciòn.
El azul sagrado detràs de ella
puede decirme que el universo empieza.
Las estrellas que la forman arrojan su lenguaje
en su sombra, por lo tanto no puedo leerlo.
Me queda la intuiciòn, pero èsta
tarde o temprano cae entre la inteligencia.
Y la inteligencia no puede escribir sobre
lo que he deseado.
Apenas lo intuye.
Es un caso curioso de esferas.
De cìrculos volviendo a si mismos
sin una razòn.
No por ello irracionales.
Pero oscurecidos por la naturaleza
de una estrella.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
viernes, 28 de octubre de 2011
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