Junto a los cirros creaba un corazón.
Lo imagino pues era liviano, no puedo
imaginarlo por sus actos.
Para imaginarlo, tuve que llevarlo
a la sensación donde la inteligencia
deja su brocal de camello
su ira más remota.
Creaba. El látido en él creaba
las cosas por las que el viento
a veces duerme en el cielo
como una corriente que pierde
sus ráfagas sólo para que sumerganse
en la piel del hombre.
En la piel del ser...
Temblando...
Como ante un cuadro de
caballos.
Guillermo Paredes Mattos
martes, 25 de octubre de 2011
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