martes, 24 de septiembre de 2019

La Noche





La noche ha pasado.
Ha sido efervescente. Conducía una diáspora
en su saliva. Algunos hombres creyeron que se trataba
de estrellas que oprimían un pájaro.
Yo fui uno de ellos.

La noche y una de sus heridas que es más
un alfabeto. No este retazo
de nieve que arrancamos al alma.
Tampoco una estela de polen que la vida separa
del agua que corre en nuestras venas.
Sólo lo que se agita en el fondo de ella puede 
separarla de la sangre.

Y nuestras entrañas?
Sobre un eje de granizo describen el pensamiento que
llega de la arena con un globo dormido.
Se alimentan del soplo de un pelícano.
Su inmenso pico -creo yo- parece responder más a una parábola.
A la metáfora cuando llega a la ruina.

La noche ha pasado.
Los seres que atraviesan esta calle son religiosos.
En lugar de ojos llevan basílicas.
En lugar de sienes bóvedas y el aliento. Ese aliento
cíclico descubre el desprecio.
El trato espiritual de los hombres con la miseria.

Noche encarnizada que desciendes llena
de remordimientos en tus ojos.
Contemplando ese celeste del día que no será jamás azul
como el océano.
Pensativa como un estatua de humo que huye entre
dirigibles y reencarnaciones.
Entre núcleos de náufragos citaras-perdigones.
Sobre tribunas de hierba un escarabajo.

Y un cordero de zinc
con una corona de espinas en sus mejillas.

-no en su frente-

Iluminado por la extraña intuición de la muerte.








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