domingo, 8 de septiembre de 2019
Constitución de la Multiplicidad
Entiendo que la poesía pueda ser celeste.
Que su sudor pueda en una que otra ocasión ser amarillo.
Incluso creo en sus mejillas pero no de modo
cristiano. Puedo creerlo así nada más o formando su
opuesto. Es parte del lenguaje cuando se entrega a
la vida. Los riesgos son los mismos del alma
cuando regresa a la existencia.
Y las afirmaciones que recorren el aire
poseen un estribor en el pecho.
Un enjambre que preludia su hongo marino.
Un álgebra que cruza la nieve
mientras los dinosaurios que conocimos vuelven
a reconocerse. A saludarse. A dejar un poco
de saliva en la piel sin que podamos
evitarlo. Para eso suceden las cosas.
Los eventos.
Los sucesos primordiales y aquellos que
están compuestos de barro mientras, mientras un
horizonte dibuja el sentido más ardiente de
lo remoto. De las corolas transformadas en distancia.
En génesis y diluvio a la vez.
En intemperie que ha caminado con nosotros por
todas las veredas enseñándonos un poco del frío
pero no todo. El invierno es celoso.
A diario hace tratos con el pavimento.
Comprendo esta ráfaga.
Esa que en la inmensidad se desprende del
corazón con múltiples batallas.
Sí. Cada uno tiene sus propias heridas.
Y hay aquellas que formamos al lado del otro.
Y hay otras más remotas todavía que
tienen que ver con la ciencia y los ensayos.
Con la estadística y el pelo.
Es parte de la belleza y la belleza es un dolor
que mira las ciudades para involucrarse
de manera femoral y cronológica
mientras dios va develando las razones por
las cuales podría regresar a este mundo.
Y nosotros.
Nosotros mirando la profundidad de la noche.
Creemos que nuestras preguntas y respuestas lo saben.
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