miércoles, 18 de septiembre de 2019

Diario de un Arcipreste Preliminar





El invierno de esta ciudad sobrenatural.
¡Cómo es el invierno en esta ciudad sobrenatural?

Convencida de los automóviles y ciempiés en las autopistas.
Tratando del amor semejante a una bujía mientras es
catapultada al lampo.
Cubriendo de oscuridad los árboles.
El sonido mediático de toda palabra. Incluso aquella
que se separa de la sepia. Esa que conoce el
inútil sentido en ella. 
Aquella que conoce que todo sentido es un cínico
sacrificio del pensamiento.
Uno que convoca a los náufragos.

A los espirales de una manada.
A esas ceremonias donde el vértigo conquista un verbo.
Una noción amarilla multiplicándose en una herida.
En la inmensidad de un horizonte con silabas
arrojadas a los perímetros de una órbita.
En esas órbitas para ver a los pájaros tienes 
que observar un cometa.

El invierno físico-material en esos neologismos que
lleva la realidad sin darnos señales de los mismos para poseer
la intención de definirlos. Invierno con reflejo de lata
en una muestra de átomos pequeños
incrustados en un logaritmo.

El invierno trazando hilos subliminales.
Referencia de púa en un aspecto.
Arciprestes preliminar con estelas orgánicas entre 
sus antepasados.
Con esa inercia del tiempo cansado de si mismo.
Antorcha sin bucles.
Lírico paquidermo que enciendes las guitarras
después de dormir junto a una cohorte.

Mientras los hoplitas.
-sólo los hoplitas-
Sostienen que el sueño también se separa de sus alas.





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