jueves, 1 de agosto de 2019
La Próxima Vida de los Gatos
Una hoja y el grito de la soledad en sus palabras.
Unas provienen de la inercia. Otras de la intensidad.
El conocimiento del vidrio y el sueño hoy irracional
en las estelas que deja una ola en la orilla.
El mar esboza allí su adagio.
Los pájaros reconocen en sus alas la
llegada del invierno. Pero ninguno lo cuenta.
Ellos dejan que algo en nuestra soledad lo intuya.
La física desprende su astrología con un nudo
de polen en su boca.
Observo la realidad mientras desaparece. Otra surge
inevitablemente. Es la condición para que
acontezca. Para que sea nuevamente el lumen que navega.
El ditirambo. El deseo que no llegó
a la locura pero creo su núcleo en un planeta donde
tú observabas desde una ventana, desde la misma
manadas de antílopes y orgías de langostas
colisionaban.
Una hoja porque el grito de soledad en sus palabras
es inaudito. Lleva corazas de limón en sus
ángulos para la llegada de los
colibríes.
Diarios de acantilados con precipicios donde las
mandarinas crecen ocultas esperando el verano.
Formas de eslabones que viajan entre
las veredas de las ciudades con sus propias ceremonias
sin que podamos reencarnarnos en ellos.
Y tú las miras.
Hablas de una próxima vida donde te aguardan los gatos.
Cierras los ojos ante ese poema de amor
que incluso un ladrido espera. Se encuentra en las
constelaciones que derrama la luna.
Constelaciones con un himen de madera
en su etapa coloquial; lucido dragamina de aquello
que desconocemos.
Algo que sólo deja una señal para que las palabras
tomen la conciencia de que todo esto bajo la luz
o la noche es un misterio.
Y son las siluetas que se eclipsan en él
quienes llevan esa voluntad donde se arrancan silabas
a los enigmas.
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