lunes, 5 de agosto de 2019
Canto de un Niño Amarillo
Yo he caminado por la orilla.
Y ello lo he concebido siempre como una puerta.
Como un niño amarillo que crece entre mi boca
y conduce en su sed una paradoja.
Un punto hecho de crestas.
Yo he puesto acentos a palabras que no lo tienen.
Tambièn he conocido abecedarios.
Alguno me mostrò sus sìlabas.
Otro me enseño las sombras que hay en ellas.
Distribuì papeles y lluvias.
Caminè a los diccionarios ceremonial y frìo.
Yo jamàs fuì lucido. No como un àrbol
representando el alba.
Eligiendo estrellas para alargar su vida.
Me alimento de hojas y tallos.
Salgo a comprar mi respectivo tarro de leche.
Lo anuncio siempre y cuando me
encuentre en un zoològico, junto a una cresta
donde viven osos de anteojos.
Yace en sus caldos. Monòtomo de que
en mis sienes se desprendan siempre agujas,
traza hiperboles y humos que se descascaran.
Santuarios de aceites en un himen.
Deterioros como un oràculo o el ciempiès
que recoge del talòn un pedazo de agua.
He escrito cosas que generalmente
se acostumbraron a vivir conmigo mismo, pero
ello no significa nada.
Debo buscar acaso aquello que signifique algo?
Debo responder al buitre que hay en mi
corazòn que el silencio es un barco
de esplendidas raìces donde el tiempo no
puede respirarse y el anhelo
es la continuidad de un tejido de carbòn
que me sorprende de noche en una manada
de peces. En un recipiente de clorofila.
En el mismo los àtomos tienen ideas contrarias
a aquello que considero es el mundo.
Y aunque no hay una idea exacta de mi
consideraciòn en cuando a la definiciòn del mundo,
creo sin embargo ser terrestre.
Oprimiendo limones a diario.
Mientras los cuervos se oprimen hasta
la desesperaciòn en sus sueños.
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