viernes, 2 de agosto de 2019
Una Campana
Te he traído una campana.
La tomé de los restos de una iglesia luego
de un terremoto.
Los escombros no la querían.
Los elixires que completaban la tierra con
sus cenizas tampoco.
A qué aludían aquellos elixires.
De qué constitución nos hablaban.
Realmente después de vivir tantos siglos
encerrado en un árbol es difícil comprender
de qué tratan algunas cosas.
No sé por ejemplo de qué médanos procedo.
De qué tipo de algas puedo alimentarme.
Cúales debo y cuales frutos no debo
arrancar de una rama.
Por lo demás no dire que el mundo es
etéreo. Tampoco que hay un dragón en
intermitente diálogo con el aire.
Para un dragón el aire es el espacio
donde se desliza su fuego.
Para el aire un dragón es el diluvio
de fuego que tarde o temprano enfrentará.
Es inevitable.
El viento sueña.
El silencio devuelve una ráiz amarilla.
Vestales y agujas nos convierten
en anfitriones de horóscopos que viven en la
espuma. Volvemos al mar por ello.
Respiramos de nuevo como
si fuéramos dirigibles y en cada una
de nuestras células se agitan
telescopios.
He traído una campana.
Ten en cuenta que su trajín vivió entre sonidos.
Que su soledad fue cautivada por la humedad.
Su superficie ha sido corroída por el acido
del excremento de las aves.
Y lo he hecho por que en
de sus imágenes.
-sólo una-
A veces se sacude el universo.
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