miércoles, 19 de diciembre de 2018

Tan Ajeno y Nuestro a la Vez







En algún punto deben confluir los astros.
No a manera de las constelaciones que forman figuras.
Mucho menos como las supernovas que llegado un
momento se destruyen a si mismas.
En algún punto y llegado un momento digo, pero cómo.

Dicho esto uno de los verbos que duermen sobre
la arena habla de hélices.
Es transitivo.
Se desplaza entre semáforos y eslabones

en una de sus palabras los adioses arrojan al universo
algunas interrogantes.
En ellas se agitan secretas lenguas de aquellas
cosas que se escriben y pueden o no
ser poéticas.
Escritas -valga la re-redundancia- por seres 
que pueden o no a la vez ser poetas.
Números proféticos parece decir 
el infinito. 
Sólo hambrientos dados.

En algún punto deben confluir los astros consigo mismos.
En alguno periférico o remoto.
-no sé si ese punto será parte allí de una linea, creo que
se trata de otra geografía-
Ebrios de aquiescencias y musgos para que estén ligados
a eso que llamamos naturaleza
y se nos haga mejor la comprensión 
de eso que pronunciamos como identidad,
como barba que desciende en medio de una colmena
de limones.

En algún punto deben volver a hallar sus fogatas.
Sus collares en el pelo donde las libélulas sueñan reinos
de incrustaciones. Irónicas dinastías donde
colgamos un lagarto del agua.

Parábolas coyunturales que se humedecen.
Prólogos que sirgan.

En algún punto cuya imagen ahora el lenguaje
sostiene que es de nieve.

Y hace que lo divulgue en este espacio-tiempo
siempre remoto.

Siempre tan ajeno.

Y tan nuestro a a la vez.



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