martes, 17 de enero de 2017

Un Nombre en Cada Telescopio






Algunas de estas palabras deberìan llegar al diluvio.
Otras podrìan adquirir la experiencia que sueña o se ensortija
fijamente. Algunas quizà logren escribir del eter. De un eclipse.
De un paso hacia el enigma cuando se llena de alcantarillas y en
las autopistas se derriten en el verano oceanos de brea.
Pero no es asi.

Otras deberìan tener un nombre en cada telescopio.
En cada fusible. En todo cansancio que la enormidad coloca
en las veredas, como una forma de llegar al agua y las
reencarnaciones. Què clase de reencarnaciones se
agitan en las veredas. Què clase de resurrecciones impulsan
las grietas en la brea, durante veranos de
quistes e hipotàlamos.

Algunas palabras deberìan. Pero no es asi. Los objetos en
ellas no viven ni se manifiestan como se espera. Lo ùnico que
hay es un rincòn del mundo. Una aleta. Una pradera con
dinastìas de rojos elefantes en las bocinas girando y girando
hasta el desprendimiento de una feria. De un buque aleatorio. 
Inundado de espinas el corazòn del verbo.

Como las alamedas que llegan al trance en las metàforas de
un bosque. Regadas por un sol quiromantico que nace en
la efigie de una mariposa. 

Algunas palabras que duermen sobre los perihelios.
Que roen los equinoccios. Que yerran entre conjuntos de axilas.

Y despuntan -despuès de haber atravesado su reflejo- a los
monòlogos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario