jueves, 8 de septiembre de 2016
El Ala de Kerosene
Llegarè a una hora y no habrà nadie.
Me detendrè en esa hora e intentarè separar
los minutos para recordarlos. Cada uno
escribiò algo en el espacio que seguramente
fuì olvidando. El tiempo -como todas las cosas- tambièn
me separa del lenguaje.
Paralelamente se formaràn algunos perdigones.
Pensarè en ello como en mi casa de elipses y diminutas
escaleras.
Pensarè en ello como se piensa en el carbòn despuès
de un eclipse. Luego de un alambre.
Y paralelamente habràn cosas iguales a un motor.
Una ondulaciòn de la luz -muy diferente- en el lomo
de un cachorro que en una performance de
acido
-por decir-
escribo por decir
porque todas las performances son
siempre de petroleo.
Llegarè a una hora. Indeterminada y llena de
grietas como el deseo.
Igual que cierta voluptuosidad.
Que un ciclico violìn o el pastoreo entre los limites
de una manada en el corazòn, desde la cual
es originada una frecuencia. Una frecuencia
con circulos de relampagos e
incrustaciones.
A una hora, donde la sensualidad arrastra una
tradiciòn en los velamenes. Donde las perspectivas
sugieren y trazan el destino del iridio entre las
nebulosas. Donde el cefiro pronuncia antes de
su existencia la
palabra viento para que pueda formarse entre
la realidad.
Asi logra convertirse en aquiescencia o eslabòn.
En enigma o equilibrio
cuyos impactos duermen profundamente en los
satelites y las màs lejanas dunas.
O en las borrosas constelaciones que forman
sus mentones en el barro.
Llegarè a una hora. Los pètalos perteneceràn
a sus minutos para que algo como el pensamiento
pueda florecer.
Los tallos seràn nativos como un folklore que
roza aquello que en una mimesis
compone vanguardias de
iguanas en un ala de kerosene.
Hasta alcanzar una primitiva luna donde es
conjugada
la cronica de un verbo, de un solitario verbo
entre los astros.
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