sábado, 3 de septiembre de 2016

El Universo Ungido





El universo ungido por algo secreto
en los parques.
La vida imitada por el interior del bronce
en las atalayas de transparentes
palacios donde un rinoceronte
sueña o se diseca.
El torpor del cuchillo.
El misterioso pliegue que en las 
cavernas roza un murcielago, para dar la
forma a sus alas.
El misterioso pliegue que tambièn devora 
los cabellos y hace del sol un pergamino
de fuego, donde emerge una 
nervadura.
Los hiatos modernos del petroleo en
los imanes de la lluvia.

El invierno junto a un poliedro donde
es golpeado un atun por millones de marsupiales.

El mantel de magnesio con el espìritu de
una amapola, junto a un fervoroso dìa de eter.
Los albergues donde lo indomito
eleva sus masacres hacia 
temporadas de
aceite derramado en una corola.

El universo y en cada peninsula la 
naturaleza del follaje,  insinuando una meseta
o un dios de carne, una luz que encallando
entre los espirales percibe un preludio
vorazmente enigmatico. Las resurrecciones
del sueño en las helices. 

Y en los periodicos el invierno del ser.
Un ser esoterico en las brisas y los cefiros. Un
ser que escribe de lianas.
Que describe bolicheras y el iridio humedo
en las olas de una sudestada. 
El nombre recordado por lo primigenio
bajo un prisma de barro y en los limites, 
la escencia del verbo desplazandose
entre otras nociones de
vellocinos, bajo 
una pared marròn de relojes y adioses
que retiran de aire
alguna de sus reencarnaciones.

Reflejos de horizontes
para los que huyen de las maquinas
con un termometro en las uñas.

Dìas de lapices consagrados
al olor de la materia en una ciudad sin plantigrados
ni voces, sin alfileres ni ubres donde la piel
sea escoltada a los milimetros por una
oraciòn de hemistiquios.

Dìas descolgandose de los astros
con otras maravillas de color rojo en sus mareas.

De color rojo en sus mareas porque la distancia
es profundamente azul, como todo aquello que no 
nos pertenece.











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