martes, 13 de septiembre de 2016

El Ser y Alguna Realidad





En una carta de vidrio el agua dice un nombre.
Es uno ancestral como los naipes.
Mientras tanto, el devenir es un movimiento 
entre el ser y alguna realidad.

Truenos de lamparas que huyen entre los 
desiertos.
Voces de tempanos en las linternas de alguna 
despedida en el cielo, donde las estrellas
al componer una oraciòn levantan su
dequeismo o su astro
sin sensualidad llegando asi a 
la ciencia.

-es una ciencia de zinc como los lagos-
- es una ciencia de buzones identica a los
prolegomenos-

Infinitos donde la abstracciòn toca un cometa y asi
se rijan por el pensamiento las cosas que vagan por
el hemisferio.

Nuevamente esos infinitos con una madeja de 
alambre en su cuerpo, mientras cardumenes de alas
forman el rigor de una poesìa en los tejidos,
con bucles amarillos de sangre
esparciendose por los castillos de los atomos.

En una carta el vidrio tanto como el agua son una
pronunciaciòn. Un manifiesto donde alguna vez oimos.
Una reflexiòn con una borda llena de idolos.
Un descenlace con osos en tiempos de primavera
en que las bandadas anuncian con
su vuelo el lugar de un rito.

Estaciones de hilo para los que tocan las cadenas.
Xilgrafìas de huesos como en un estampado dormido.
Voceos de escarcha desnudos en una palabra, donde
las calles imitan el sonido de las letras que se
agitan en ellas, como gritos.

Todas extrañamente dejadas por los hombres.

Todas cumpliendo su cita con el trajìn y los 
peciolos.
Con los acantilados y las ventanas donde el musgo 
llega a los escalofrìos representando colores de 
follaje, quizà de anilina, tal vez de penumbra,
que recoge los àrboles de las cascaras
con una apariencia de yodo
con una apariencia de màstil, que separa el lenguaje
de los rìos.

Con la inutil esperanza de convertirlo en realidad.












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