miércoles, 3 de julio de 2013
La Silueta de los Himnos
Al ser del poema...
Allì la mente. El espacio sagrado antes del alba.
He allì la hermeneutica, su sombra sin trepar
los sauces o la carencia interminable del nombre
al supurar o pronunciar el auge del libro que nos toca.
Tambièn el narrar, el instinto diluviano o el cuadrado
inutil buscando manifestarse en el punto, cuando las
expresiones llenan de equinoccios cupulas y horarios,
sonetos del mal en un pudor, alegorìas que sòlo
inspira el aire.
Yo no creo en la inspiraciòn como ayer. Està dada
por espacios y tiempos frontalmente inusuales,
calan entre multitudes algo de auroras,
suman fusibles entre imagenes de rapto
sombrean para espolonear
cadenas.
No creo, es totalmente diferente a convencerse
que un glosario no es liquido o el llamado
de la inercia està lleno de sajones. Libre el
destino tocando su batista de sangre hasta
el sendero, donde una estela aguarda. Libre
el mar que inunda incluso el sol cuando no vemos
y los ojos caminan en el sueño como
misteriosos vagabundos.
Errantes libelulas giran ante el traqueteo
del pariente, enamorado del romance mas no
del amor, extraño el amor, seducido por si
mismo en las playas de la polvora.
Es hermoso desconocer que todo sigue un curso.
Llamar al cefiro con un nombre que no puede ser
creado, oscurecerse en la vanidad del idilio
mientras busca una de sus sombras.
Esa sombra indecible.
Arrancada por la perpetuidad de las
siluetas.
Guillermo Paredes Mattos
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