Como una dialectica de ojos secretos, esos que miran
sin precisión el misterio.
Esos parientes del alma.
Como un alambre donde la cita recuerda al desvelo
su tregua con el amor
y las figuras del fuego.
Cuando antes y después son lo mismo, tanto o más que
desprenderse por un sonido
con esa iridiscencia que dan los tímpanos
cuando se vive sólo desde ellos, se convierte
en yelmo.
Como una formación de antiguos madrigales donde la perversión proviene
de la sílaba y no podemos sostenernos,
sin ser más que el rostro de esa redención turbada por disturbios y tibiezas
donde inicia el lenguaje su purgatorio,
su bengala astral desdiciendo cualquier cosa,
ante esa naturaleza no hay poesía que
pueda sostenernos.
Que sea temeraria como el dolor. Será que las heridas
siempre están abiertas, mostrando su holocausto de carne
mientras que el verso está encerrando siempre en una palabra,
en ello la vida camina más allá del poema.
Por eso quisiera un poco de la vida, en lo personal
su alegoría ya no me llama la atención
e involucrarme con papeles de agua,
puede ser inmortal pero termina siendo líquido, monstruoso.
Quizá la vida tenga más de vida que de eterno.
Y metáforas no estàn ligadas sino a cierta fantasía
que dejó la noche en el espíritu,
quizá sepa de ella con la misma ignorancia que circulo
en el verso.
O quizá no.
Mirar el cielo sigue siendo cierta sonrisa.
Cierta obra que conduce a otra naturaleza.
Algun dialogo sin tener la altura ni el sonido de la boca.
Siempre empezando en los píes.
Guillermo Isaac Paredes Mattos
martes, 13 de marzo de 2012
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Mirar al cielo no se si despierta una sonrisa
ResponderEliminarPero de noche
Con solo unas cuantas estrellas
Despierta una sensacion d magnitud
D belleza a veces d tragedia
Bb cada dia escribes mejor
O cada dia t entiendo un poco mas