Existen temporadas que hablan del nùmero.
Barcos llenos de goletas, la sobrenatural
demencia del niño en los cipreses y ya que
el universo dilata la podredumbre del hueso
en los labios, nos alimentamos de ello
como si fueramos cometas.
Tambièn los cartìlagos con objetos y mareas
el sol del campanario bebiendo y sinuoso,
semejante al escalpelo abriendo la carne.
Luego, un corte de ojos, una habitaciòn oscura
cuyo presentimiento llena de escaleras
sus pasadizos.
Topes de alhambras, la penumbra fue
el azul de aquellos equinoccios,
la batalla de una faena
montando sus botines
en una calle sin equilibrios.
Donde la rutina corta el caos
desde el temple y
reinan las fosas
igual como si esquirlaramos todos los
granizos.
Y encontramos nada màs que
extraños adjetivos en las cosas.
Complices reliquias, sedientas
entre la flor de todo equipaje.
Guillermo Paredes Mattos
martes, 27 de marzo de 2012
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